Autora del artículo: María José Prieto Martín

El día 11 de noviembre los senderistas de Ateneo dimos cuenta de la última ruta de la temporada, cita siempre muy esperada por las ganas de disfrutar del colorido de la naturaleza en otoño.

Días antes, la ruta prevista por los bosques de Brañosera hubo de ser sustituida por celebrarse, en esa misma fecha, una cacería en el lugar. Manuel, nuestro guía, ofreció como alternativa una caminata circular con principio y fin en el Alto de la Varga y con expectativa de disfrute durante el recorrido de los hayedos del Valle Estrecho y alrededores.

El día comenzó con llovizna que se mantuvo de forma intermitente prácticamente durante todo el recorrido, la temperatura muy buena y el cielo, aunque cubierto, dejó pasar buena luz y algún rayo de sol para iluminar el paisaje….¡un día otoñal¡.

El camino fácil, sendero marcado, ancho, con algún repecho más largo de lo deseado pero siempre dentro de nuestras posibilidades pues el ritmo marcado por Manuel se adaptó en todo momento al grupo.

La ruta se inició en el Alto de la Varga y después de algún kilómetro recorrido empezamos a ver los primeros hayedos. Como nos había anticipado Manuel, estaban en todo su esplendor…..amarillos, ocres, marrones, naranjas, rojos, dorados…toda la paleta de colores que visten estos bosques caducifolios en otoño para recibir el invierno se mostraba espectacular. Parece que la climatología de este año está siendo propicia para ello. Un otoño especialmente templado y húmedo, no ha helado ni hecho frio por estas alturas, ha llovido bastante y el cambio de color en las hojas se está produciendo de forma lenta y bonita. Las cámaras de fotos echaban humo, se hicieron fotos muy bellas pero ninguna superó la vista que teníamos delante.

Durante todo el recorrido estuvimos rodeados de este magnífico paisaje. El camino a veces transitaba por el mismo hayedo y otras se alejaba y subía por laderas para ver las manchas de color desde las alturas mezcladas con los marrones de los robles y los verdes de alguna que otra repoblación de árboles de hoja perenne. ¡Un placer para la vista!.

Otro atractivo de la zona es su fauna, especialmente porque en ella habita el oso pardo catalogado como especie en peligro de extinción y, por tanto, extremadamente regulada su observación y contacto. Es un mamífero de enormes dimensiones, omnívoro, se alimenta dependiendo de la época del año, principalmente, de gamones y hormigueros en primavera, de arándanos y cerezas en verano, de castañas y bellotas en otoño y de toda la carroña que pueda encontrar en cualquier época del año sin olvidar la miel, uno de sus manjares preferidos. Parece que por estas tierras habitan unos 250 ejemplares, muy difíciles de ver y menos cuando en los alrededores transitan una manada de humanos haciendo ruido…… pero ¡sorpresa¡ cuando el grupo caminaba por el último tramo del recorrido, empezamos a ver algún excremento reciente de oso y de repente cuando estábamos comentando esto…. oímos unos ruidos y movimiento de arbustos a la derecha del camino y sin darnos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos …se cruzó una osa dando un gruñido terrible. Tal cual,…..Os podéis imaginar que el susto y la sorpresa fueron monumentales…. rápidamente el guía nos reagrupó para evitar el peligro pues, intuimos, que podía haber un osezno al otro lado del camino y era muy probable que ella volviese a por el cachorro. No dábamos crédito, el guía tampoco…..años madrugando, pasando frio, intentando ver algún ejemplar…. y se presenta ahí, sin avisar, atravesando un camino lleno de senderistas…. ver para creer.

Impresionante colofón a una jornada de senderismo espectacular.

Gracias por vuestra participación, buen comportamiento y disfrute en todas las rutas realizadas durante este año.

Hasta la próxima, senderistas.