Para comprender cuál es la realidad del tejido asociativo, lagunero, por donde camina y hacia dónde se dirige hay que echar un vistazo a las denominadas entidades ciudadanas de ámbito municipal que tienen muy variados y distintos fines con una variopinta composición.
Si tomamos como referencia lo que podría constituir algo similar a un estudio, quizá la única y muy poco desarrollada referencia, se encuentre en el registro municipal de entidades ciudadanas. Ofrece datos muy generales y brilla por su ausencia un verdadero estudio del tejido asociativo. Para una población de 22.255 habitantes, según el INE en 2014, existen 182 entidades registradas, con actividad sólo 106 de ellas.
En Laguna brilla por su ausencia un verdadero estudio del tejido asociativo […] Buena parte del tejido asociativo se orienta sobre la gestión del ocio y tiempo libre
Los datos sobre el registro arrojan que buena parte del tejido asociativo se orienta sobre la gestión del ocio y tiempo libre bien mediante la práctica deportiva, gastronómica, cultural y musical o simplemente lúdica. Esto supone, (según el registro municipal) que concentran el 82% de la actividad asociativa, sin contar los clubes deportivos que no entrarían en la categoría y contabilizando las peñas, muchas de las cuales se registran como asociaciones culturales y deportivas. El 18 % restante sería el tejido asociativo dedicado a la asistencia o a la participación en asuntos públicos, que es actualmente el 2% de ese tejido asociativo. Es una muestra de los objetivos concretos y finalistas de buena parte de las asociaciones que suponen más del 80%. ¿Este fenómeno puede ser consecuencia de un modelo de municipio orientado a la ciudad dormitorio, dedicado más al consumo y al ocio que al de comunidad orientada al servicio y conectada a un área metropolitana?. La actividad asociada se entiende en una comunidad, donde la participación es muy puntual, como consumo mayoritario de actividades de ocio o de servicios que se completan a partir de la entidad asociativa. La participación asociada como activismo social e implicación en la vida de la ciudad con una visión que va más allá de sus problemas o intereses como asociación, es muy minoritaria, casi residual. Es clara la constitución de estructuras para dotarse de una actividad que podrían ser organizadas por una industria específica, pero que en este caso se organizan a través de entidades ciudadanas. Quizá explique la mayor afluencia y éxito en eventos lúdicos en torno a ciertas actividades gastronómicas, deportivas y musicales que sólo precisan de una participación puntual y que se dan a lo largo de un calendario muy específico del año como fiestas patronales, primavera, navidad, etc. ¿Este tipo de asociacionismo crea tejido social coordinado, sostiene algún tipo de reivindicación de mejoras o participación ciudadana en asuntos públicos?. Parece que no, cuando el interés de la necesidad de asociarse se dirige más al consumo de actividades de ocio, cultura y entretenimiento o prestación de servicios asistenciales. Ese interés por sostener modelos de consumo quizá tenga cierto poso de baja autoestima como ciudad y de sus posibilidades. Si se identifica calidad de vida con nivel de renta, se valora poco el patrimonio cultural y hay poco arraigo, se considera la comunidad como lugar de descanso sin necesidad de cuestionarse más.
La participación asociada como activismo social e implicación en la vida de la ciudad con una visión que va más allá de sus problemas o intereses como asociación, es muy minoritaria, casi residual.
La mayor parte de la actividad asociativa no va más allá de cubrir los intereses concretos de cada entidad entorno a una actividad específica, lo cual no deja de reforzar el denominado “minifundismo asociativo”, con multitud de asociaciones poco coordinadas, fraccionadas y faltas de cooperación o colaboración debido a culturas organizativas muy diferentes. Esto incide directamente en el bajo perfil reivindicativo, en su mínimo activismo social y en desencanto de la participación como lugar de espacios de decisión ciudadana y de crítica de la labor de los poderes públicos. Son las asociaciones imperantes. Sin embargo el 2% del tejido minoritario que se halla mucho más activa en la participación social, casi monopoliza la corriente reivindicativa, llegando a generar estados de opinión que se traducen en momentos puntuales en una amplia contestación social ante asuntos públicos como la privatización del agua. Aunque es pronto para valorar su evolución por la posible aparición de más asociaciones de este tipo, apunta a otra forma de entender y hacer asociacionismo. Un asociacionismo que hunde sus raíces en los movimientos sociales y que critica fuertemente el modelo de participación existente, rechazando el dominio de los poderes económicos sobre la ciudadanía.
El modelo de asociacionismo imperante tiene sus puntos débiles y fuertes dentro del tejido social de la comunidad. Sus debilidades pasan por formar un tejido poco reivindicativo y con endeble contestación, ya que no forma parte de su objetivo fundamental. La falta de recursos o la infrautilización también son causas de su debilitamiento. Su punto fuerte suele ser la visibilidad en citas señaladas y la participación amplia en las mismas, ya sea en encuentros deportivos y gastronómicos o durante las festividades. A pesar de no tener el concepto de problemas o intereses compartidos con otras asociaciones, coinciden en casos puntuales como los señalados. Aportan el capital humano para poder organizar festejos y eventos. Colaboran con la administración local en temas puntuales (algunos sujetos a convenio) y también dependen de forma importante de los recursos de ésta. En muchas ocasiones saben buscar y captar recursos mejor que otras organizaciones. Reciben bastante apoyo del Gobierno Municipal, así como en general, de los medios de comunicación locales (especialmente en acciones filantrópicas) con los que han sabido conseguir una relación que favorece la repercusión mediática en sus actividades más puntuales. Son asociaciones sectoriales dentro de las cuales se engloban pequeñas y grandes entidades con décadas de vigencia.
El modelo de asociacionismo imperante tiene sus puntos débiles y fuertes dentro del tejido social de la comunidad. Sus debilidades pasan por formar un tejido poco reivindicativo.
Las otras asociaciones son las vecinales y las de base social, que no son el modelo imperante, sino minoritario, pero no menos importante por su activismo y repercusión. Es una marca que las diferencia, su significación y su crítica al modelo de participación. Comparten una visión de la participación ciudadana en asuntos de interés general y público, entendiendo la misma como actividad cívico-política, y mecanismo de profundización democrática, y que va más allá de los objetivos concretos de la actividad puntual de la propia asociación. Su influencia nace del contacto con la ciudadanía en su ámbito más cotidiano, de cercanía en las preocupaciones fundamentales, pudiendo tejer redes sociopolíticas. Con los vecinos pueden articular movimientos sociales de gran carga reivindicativa, llegando a interactuar con la Institución Municipal. Estas asociaciones, ocupan un espacio bisagra entre esas instituciones políticas, la participación política reglada, y la interacción social cotidiana. Son capaces generar un movimiento social de enorme potencial, capaz de hacer temblar a cualquier institución político-administrativa legitimada. Este tipo de asociaciones cuya actividad se centra más en la participación que en el ocio asociado también tienen sus fortalezas y debilidades. Su facilidad para el encuentro en temas transversales, el contacto con otros colectivos, facilita la coordinación y el trabajo conjunto en temas de interés general. Su conciencia acerca de la independencia asociativa frente a los poderes públicos son elementos de estabilidad y de continuidad. Su sentido del papel como agente social en la comunidad les otorga potencial en su incidencia mediática en los medios de comunicación locales, tengan o no apoyo de la Institución Municipal. Su activismo les permite conectar con el vecino “de a pie” y conquistar espacios de participación e incidencia pública, que normalmente están cerrados y reservados a la política institucional. Su debilidad pasa por la mayor dificultad para captar recursos con los que ampliar sus actividades. Crecen de forma más paulatina y lenta que el resto de asociaciones. A pesar de ser colectivos cuyos integrantes están unidos por unos intereses comunes para la satisfacción del objetivo de mejorar el entorno en el que viven, cuentan con dificultades para crecer y consolidarse. Ofrecen práctica asociativa a cambio de objetivos a veces no inmediatos y de implicación muy fuerte, lo cual les resta posibilidades de ampliar su base. Dificultad que se acrecienta por el poco o nulo apoyo del poder local, que suele considerarlas un rival antagónico que por su incidencia social es un elemento molesto en sus políticas públicas. Para defenderse de esa “supuesta molestia” no dudan en tratar de “fabricar”, desde el poder político local”, una falsa imagen de instrumentación con el interés vano de restar apoyo.
Las otras asociaciones son las vecinales y las de base social […] Su influencia nace del contacto con la ciudadanía en su ámbito más cotidiano de cercanía en las preocupaciones fundamentales, pudiendo tejer redes sociopolíticas.
¿Cuál ha sido papel del poder político local ante estas iniciativas ciudadanas de construcción del tejido asociativo?. Hay que tener en cuenta que estamos tratando sobre la participación directa, que se puede ejercer esporádicamente ante una manifestación o formando parte de una asociación. También es necesario tener en consideración, la opinión pública de la sociedad en general sobre los partidos políticos y los Parlamentos o Plenos. En este sentido en los últimos 17 años, las mayores críticas se centran en los primeros hasta en un 64% y en los segundos hasta el 43%. Es el mayor punto de crítica se dispara en los años de la fuerte crisis no sólo económica sino institucional (2008-2012). El régimen democrático en España ofrece en estos años un marco institucional ambiguo. Por un lado se afirma el derecho de participación cívica en asuntos públicos y se establecen cauces concretos que no había (reglamentos de participación), pero por otro se enfatiza y se apoya únicamente la participación por delegación (mecanismos de representación) cada cuatro años, teniendo en consideración la opinión de los grupos de poder económicos, mediáticos, ideológicos etc., muy interesados en poner límites muy precisos a esa participación. En un contexto anterior a estos años de crisis, la participación de la ciudadanía en asuntos públicos, teniendo en cuenta las organizaciones existentes y el tiempo invertido, es mínima, lo cual revela la debilidad como sujetos políticos capaces de intervenir en asuntos públicos que nos afectan (presupuestos, impuestos, gastos, inversiones, servicios, etc.). El Consistorio, los partidos y los grupos de poder han acaparado esa participación, originando formas de ciudadanía de baja intensidad que han provocado el desencanto de gran parte de la población o bien la búsqueda de vías alternativas a los cauces impuestos, cuando la recesión provoca además una merma de las posibilidades de ocio y consumo individualizado. Estas nuevas vías de participación hunden sus raíces en los denominados “movimientos sociales”, que ya en etapas anteriores supusieron la inclusión en el panorama sociopolítico de planteamientos alternativos, que fueron absorbidos por los discursos y prácticas del poder local, desactivando la casi totalidad de las corrientes de movilización popular. Sin embargo años más tarde, el surgimiento del movimiento social 15M seguido con interés y valoración positiva por la mayoría de las sociedad, también tuvo su incidencia a nivel local. Lejos de ser una “acampada anecdótica” sin ninguna importancia, ha tenido el efecto que a nivel general. Esto es, reactivar la corriente sociopolítica de expresión cívica que reclama la participación en asuntos públicos. Lo cual también se ha traducido en una nueva corriente activa en el asociacionismo local. La semilla del surgimiento de una nueva sensibilidad, que plantea una nueva forma de democracia avanzada donde la expresión cívica de participación ha de tenerse en cuenta, es lo que puede de alguna forma deducirse. El papel de poder político local, ante estos cambios también es claro. Seguir apoyando la hipertrofia del modelo de asociacionismo como ocio y consumo asociado, en algún caso como asociacionismo asistencial. Apoyo que se traduce en disposición de recursos y alabanzas hacia un modelo sobre el otro que le “genera problemáticas diversas”.
El Consistorio, los partidos y los grupos de poder han acaparado esa participación, originando formas de ciudadanía de baja intensidad que han provocado el desencanto de gran parte de la población
¿Cuál es el mejor modelo para la práctica asociativa teniendo en cuanta el tejido y la base social de Laguna de Duero?. Todo depende de las opciones y motivaciones de la personas al querer desarrollar una práctica de trabajo comunitario. Está claro que ambos modelos asociativos, tanto el de ocio asociado como el de participación asociada como expresión cívica en asuntos públicos, son válidos y satisfacen los objetivos comunes y por ello es bueno que ambos estén disponibles. Y han de estar vigentes ambos, independientemente de los intereses del poder político local y de las instituciones públicas. La hipertrofia de un modelo sobre el otro no sólo es la expresión de los intereses de la sociedad lagunera, sino también expresión de la influencia del poder local. Crear asociaciones es una labor de compromiso y empeño de los vecinos, mantener su funcionamiento y estructura es una tarea que debe cuidarse y apoyarse desde las instituciones sin que ello suponga una suerte de pretensión de clientelismo político al servicio de los intereses del gobierno municipal de turno.
Crear asociaciones es una labor de compromiso y empeño de los vecinos, mantener su funcionamiento y estructura es una tarea que debe cuidarse y apoyarse desde las instituciones sin que ello suponga una suerte de pretensión de clientelismo político al servicio de los intereses del gobierno municipal de turno.
Luis Miguel Pérez
Asociación Vecinal La Calle