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Autor: Montserrat Sanz García
“Solo de pensar en los días que vienen me da escalofríos…”, “si pudiera irme a dormir el día 20 de Diciembre y no despertarme hasta el 8 de Enero, sería feliz…”…
¿Quien no ha oído comentarios como estos o incluso los ha hecho?.
Las fiestas navideñas que son motivo de alegría para muchos, y para otros un trance por el que se ven obligados a pasar año tras año.
La verdad es que las fiestas navideñas que son motivo de alegría para muchos, para otros, se convierten en un engorroso, cuando no doloroso, trance por el que se ven obligados a pasar año tras año. Aunque como en cualquier otra situación de nuestras vidas somos nosotros los que escogemos “pasar” o no por ello, y sobre todo, cómo hacerlo.
Siempre podemos optar por celebrar como mejor nos convenga estos días … el problema viene cuando nuestra elección choca con la de los familiares y amigos
Cierto es que las circunstancias vitales hacen muchas veces difícil disfrutar de determinados momentos en los que además parece estipulado desde fuera que es obligado pasárselo bien, pero siempre podemos optar por celebrar como mejor nos convenga estos días o elegir incluso no celebrarlos. El problema viene cuando nuestra elección choca con la de los familiares y amigos cuyo concepto de celebración dista del que hemos elegido. Es en ese momento cuando las Navidades dejan de ser motivo de encuentro y alegría para convertirse en fuente de conflictos y malestar.
O la evitamos o nos adaptamos a ella de la mejor manera posible.
La clave a todo ello es sencilla pero complicada de llevar a cabo. Como ante cualquier otra situación que nos resulte problemática debemos valorar dos opciones: o la evitamos o nos adaptamos a ella de la mejor manera posible. Optar por una de las dos alternativas dependerá de los “costes personales” que nos supongan una u otra y del momento concreto en que nos encontremos.
Una amiga me contaba que aunque siempre había detestado la Navidad porque las relaciones con su familia no eran buenas y siempre surgían conflictos en las reuniones navideñas, sólo cuando perdió a su pareja se sintió con fuerza suficiente para negarse a acudir a las celebraciones. Y no solo eso, sino que también su familia se mostró más comprensiva con su ausencia entendiendo que su pérdida hacia más doloroso el que todos estuvieran reunidos.
¿Que nos muestra esto?. Que lo que en un momento nos parece imposible, parece necesario en otro. En definitiva, que todo es relativo.
Cómo vivamos la Navidad tiene que depender de nosotros y de nada más.
La Navidad es una época especial. O no. Lo que debemos tener claro es que cómo la vivamos tiene que depender de nosotros y de nada más.
Hay quien se queja “… desde que llevan los turrones en el super… cuando llega la Navidad ya no tienes ganas ni de turrón…”. Y es cierto que hoy en día las fechas y los tiempos vienen marcados por los intereses comerciales (ver el artículo “El Tiempo robado”) más que por tradiciones o apetencias. Pero podemos eximirnos de sus efectos usando la “atención”.
La atención es esa capacidad cognitiva que nos hace fijar en la memoria lo que percibimos. Podemos hacer de ella algo selectivo de manera que solo se ocupe de lo que realmente nos interesa, y podemos dirigirla hacia estímulos concretos. Sabiendo esto, es fácil entender que si en vez de prestar atención a todos aquellos estímulos que tenemos asociados de forma negativa con éstas fechas, la centramos en los asociados de forma positiva, conseguiremos “ver” las cosas de otra manera y por lo tanto, sentirnos de otra forma,… más positivos.
Que no soportemos a nuestra cuñada no lo vamos a cambiar, pero quizá si pensamos que además de ella estará nuestro hermano al que adoramos y nuestra sobrina que es nuestro ojito derecho, seamos más capaces de relativizar la aversión que nos provoca estar con ella.
Que falten personas en la mesa, es doloroso y difícil de “digerir”, pero obedece a un proceso natural. Más que estancarnos en pensar en quienes no están, pensemos en las nuevas personas que se incorporan al mapa de nuestra vida y en lo que podemos ofrecerles: hermosos recuerdos como los que no están nos dieron a nosotros…
Si desde un mes antes empezamos a presagiar lo “horribles” que son éstas fechas, lo convertiremos en la profecía autocumplida.
Si desde un mes antes empezamos a presagiar lo “horribles” que son éstas fechas, lo convertiremos en la profecía autocumplida.
Es cuestión de actitud. Si desde un mes antes empezamos a presagiar lo “horribles” que son éstas fechas, lo convertiremos en la profecía autocumplida que es, y efectivamente lo serán. Centrémonos en lo positivo que podamos sacar de ello (que para cada uno será una cosa diferente: ver a un amigo que vive fuera, llevar a los niños a ver a los Reyes, recibir regalos, saltarse la dieta, etc.), cada uno lo nuestro, e intentemos que en estos, como en el resto de los días del año, predomine la motivación y la alegría por vivir un día más.
¡FELICES FIESTAS A TODOS!
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