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Autor: Montserrat Sanz García
Desde nuestra infancia aprendemos a tomar decisiones.
Prácticamente desde nuestra más tierna infancia aprendemos a tomar decisiones. Elegimos un helado en vez de un zumo, o el vestido de flores en vez del vaquero con apliques. Y así poco a poco vamos aprendiendo a enfrentar la frustración que supone no tenerlo todo.
Porque elegir, implica quedarnos con algo y decir adiós a otra cosa. Elegir implica asumir pérdidas y seguir hacia adelante. Es síntoma por ello de madurez; siendo más propio de los niños quererlo todo y no querer renunciar a nada.
Más de una vez hemos hablado de la tolerancia a la frustración y de lo importante que es educar a los críos en ella, en su afrontamiento para que sean capaces de lidiar con las muchas que se les van a presentar en su vida sin que supongan una rémora en su adaptación y desenvolvimiento en la misma.
Y de la importancia de ello nos lo ratifica el encontrarnos con muchas personas (adultas) que en el momento de tomar decisiones importantes en su vida no son capaces de hacerlo, no son capaces de decidir qué camino tomar cuando tomarlo implica renunciar a otras cosas también importantes.
Esto es algo que vemos con frecuencia en las relaciones de pareja problemáticas donde debe elegirse entre romper o intentar recomponer y salvar la relación porque hay en juego muchas cosas que nos condicionan en la decisión.
Imaginemos que uno de los dos miembros de la pareja parece tener clara su opción al menos a nivel emocional, pero no llega a dar el paso a la ruptura de forma efectiva porque eso supondría perder. Perder el status socio-económico, el familiar, la relación con los hijos, etc. Vive con una persona por la que (con suerte) no siente nada y es infeliz, pero no se ve capaz de afrontar lo que supondría el divorcio: abogados, buscar nueva casa, hacerse cargo de las tareas que asume el otro, regímenes de visita de los hijos, etc.
La incapacidad para la toma de decisiones sume al sujeto en la ansiedad
Esa incapacidad para la toma de decisiones sume al sujeto en la ansiedad, la frustración e incluso la depresión. Y a quienes le rodean, en una situación propicia para generar neurosis ya que la incertidumbre sobre lo que va a ocurrir hace necesaria la necesidad de control que se manifiesta en un examen de cada situación casi de forma paranoica.
Ese “bloqueo” puede ser transitorio y fruto de la trascendencia de la decisión a tomar que además implica a terceras personas. O puede ser resultado de una inmadurez que lleva al sujeto al comportamiento infantil de quererlo todo (tal y cómo lo desea) y no renunciar a nada.
Algunos conoceréis a personas de éste tipo.
La cuestión es que encontrarse en semejante situación y no ser capaz de tomar una decisión al respecto lejos de minimizar el problema, lo maximiza. La tensión generada va rompiendo aún más la relación de pareja y obliga al otro miembro a adoptar la decisión que el primero no se siente capaz de afrontar. Para muchas de las personas que presentan éste problema es una forma de solucionarlo, ya que es otro el que resuelve la situación, y de ésta forma ellos se sienten psicológicamente protegidos ante el sentimiento de culpa. Esto es, vuelven a buscar una solución infantil e inmadura al problema.
El hecho de no sentirnos capaces de tomar decisiones, debería alertarnos sobre la existencia de un problema
El solo hecho de no sentirnos capaces de tomar decisiones, debería alertarnos sobre la existencia de un problema y sobre la necesidad de buscar ayuda profesional que nos permita conocer su origen y ponerle solución.
Tomar decisiones implica poner en marcha mecanismos de afrontamiento de las pérdidas, capacidad de resolución de problemas, análisis de las situaciones y madurez emocional. Es decir, que no es un tema baladí ya que pone en marcha gran parte de los recursos psicológicos más adaptativos. Porque tomar decisiones tiene un gran papel adaptativo. Imaginaros a nuestros antepasados parándose a pensar si era mejor opción saltar a un rio o enfrentarse a un dientes de sable(por ej.)…Probablemente el que se parase a hacerlo no lo haría más.
Hagamos de los niños adultos capaces y adaptados capaces de Tomar Decisiones.
Así que teniendo en cuenta lo importante del asunto, no lo perdamos de vista a la hora de educar a nuestros hijos. Y hagamos de ellos adultos capaces y adaptados capaces de Tomar Decisiones.
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