Autor del artículo: Javier Noriega de Lara

Permitidme robaros cinco minutos de vuestro tiempo, y de paso, arrojar un poco de esperanza en el panorama.

Todo ha cambiado. Al menos eso nos dicen. Lo cierto es que sí, han cambiado muchas cosas, pero nadie parece saber exactamente hasta cuándo. Todos añoramos la normalidad de hace apenas un mes, pero la añoranza de nuestras rutinas parece habernos hecho olvidadizos.

Fuera de nuestro mundanal ruido, de la comodidad de nuestros hábitos, de nuestras confortables compañías, el mundo vivía en una crisis (económica, ambiental y política) permanente. O peor aún, la crisis vivía con nosotros; nos subía el alquiler, nos bajaba el sueldo, nos congelaba en invierno y arrasaba los bosques en verano.

La crisis era nuestra nueva normalidad para la gran mayoría de los españoles, este país nuestro que tuvo que ir a votar dos veces en un año para que sus políticos aprendieran a hacer política.

Un país moderado, de naturaleza (me atreveré a decir) progresista, cuya sociedad ha demostrado (una vez más) estar por encima de sus representantes y de la imagen de sí misma que los medios de comunicación, por activa y por pasiva, tratan de imponerle.

No sé vosotros, pero al salir al balcón todos los días, no puedo evitar sentir un breve escalofrío. Por primera vez, de forma espontánea, nos hemos puesto de acuerdo en algo. Me recuerda mucho al primer 15M, aquel 15M transversal que pilló a contrapié a todo el mundo y que requirió de toda la artillería de los medios de comunicación para ser (o al menos, eso pensaban ellos) derrotado. Veo esa solidaridad que vi en Gamonal, esa esperanza que otorga el saber que, por mucho que intenten volvernos los unos contra los otros, la razón y el sentido común siguen estando de nuestra parte.

Por primera vez en mucho tiempo, tengo fe en la sociedad española. Creo que la cuarentena global ha pillado desprevenido a todo el mundo, incluyendo a los guardianes del establishment. Y por eso deberíamos aprovechar este momento de debilidad para replantearlo todo.

No es de justicia que las decisiones que mayor relevancia tienen sobre nuestro futuro estén en manos de fondos de inversión a los que nadie ha votado. No es de justicia que ahora mueran casi 1000 personas al día porque nuestro Sistema Nacional de Salud ha sido maltratado, recortado y vendido al mejor postor durante las últimas dos décadas. Ni es justo que el capital imponga su ley sobre nuestro planeta, nuestros cuerpos y nuestras vidas, arrastrándonos a un futuro (y ya lo estamos viendo) en el que una supervivencia digna parece cada vez más imposible.

Pero también tengo miedo. Miedo, porque el Ejército mediático y político del poder establecido no descansa, pese a que esta vez los hechos juegan en su contra. Todo lo que se salga del dogma neoliberal, todo lo que ponga en evidencia que el capitalismo se basa en la pura injusticia, será atacado y deslegitimado con todas las armas que ya conocemos.

No se dejen engañar, por favor: pero sobre todo, no se dejen distraer. La realidad está dando una buena paliza al relato del poder, pero nada de esto servirá si nos vuelven a enfrentar entre nosotros.

“Keep the dogs on the leash”, ata al perro en corto. Ha tenido que llegar el COVID para que nuestros amos hayan tenido que soltar la correa. Aprovechémoslo.