Hay peces de colores
que nunca han estado en el mar,
tampoco en algún río
donde poder nadar,
pasáronse la vida
en una gran pecera
donde una mano atenta
les daba de comer
llegándose a creer,
según su “buen” criterio,
que el fin de su existencia
era nadar y comer
en su hábitat de cristal
mostrando su apariencia.
El Gallo del Alba