Autor del artículo: Jesús Saez Carrascal
Este fin de semana la mayoría de nosotros ha salido por fin a la calle y hemos paseado al aire libre.
No sé qué os ha parecido, pero personalmente he sentido desasosiego. La mitad de las personas con las que me he cruzado no llevaban mascarilla. Yo, por supuesto, sí la llevaba.
No por miedo al contagio. Nunca me ha supuesto un problema asumir riesgos (34 años de bombero deberían avalar eso), pero no a lo loco, sino con control.
¿Qué es necesario para controlar, en la medida de lo posible, una situación de riesgo? Conocimiento de dicho riesgo.
Así que voy a intentar hacer un poco de pedagogía para explicar a qué nos enfrentamos.
Primero hay que conocer al virus. Como es nuevo, vamos aprendiendo sobre la marcha, pero sí sabemos cómo se comportan el resto de virus e incluso otros similares.
El virus se propaga principalmente de persona a persona, sobre todo mediante gotículas de saliva que expulsamos cuando tosemos, estornudamos, hablamos o respiramos. Estas gotitas pueden llegar a la boca, la nariz o los ojos de las personas que se encuentren cerca o depositarse en diferentes superficies y objetos, que al tocarlos se pueden incorporar a las manos de otras personas que luego con esa misma mano se toca la boca, la nariz o los ojos.
Lo segundo que hay que conocer es nuestro cuerpo. La principal protección de la que disponemos contra factores externos como bacterias, virus, sustancias químicas y temperatura es nuestra piel. La piel es el órgano más grande del cuerpo y entre sus principales funciones está la protección. Podríamos decir que es nuestro escudo.
Las entradas y salidas que nuestro cuerpo necesita para respirar, comer o expulsar los deshechos son los puntos débiles de ese escudo. Por eso debemos protegerlas.
Y por último hay que conocer las herramientas con que contamos para defendernos del virus en cuestión (en este caso el SRAS-CoV-2) y la enfermedad que produce (COVID-19)
No voy a hablar aquí de los tratamientos médicos o medicamentos para curar la enfermedad o minimizar sus efectos, sino de una herramienta muy útil para evitar el contagio y no necesitar un tratamiento que, a la postre, podría no servirnos de nada. Voy a hablar de la mascarilla.
¿Nos protegen las mascarillas? ¿Debemos llevarlas cuando salimos a la calle?
Conozcámoslas. Hay mascarillas para muchas cosas, para pintar, para combatir el fuego, para gases varios, productos químicos, etc. Generalmente sirven para proteger las vías respiratorias de agentes externos. Las que nos interesan en este caso son las mascarillas higiénicas o quirúrgicas, que son las más simples y las que la mayoría de nosotros está usando. Entre otras cosas porque su sencillez hace que sea prácticamente el único tipo del que se pueden fabricar grandes cantidades en poco tiempo.
¿Cómo funcionan estas mascarillas? Para responder a eso voy a explicar por qué se llaman así: quirúrgicas. Se llaman así porque se fabrican para su uso, principalmente, en quirófanos. Ya hemos visto cuales son los puntos débiles de nuestro cuerpo a la hora de dejar entrar cuerpos extraños, pero todas nuestras entradas y salidas (agujeros en la piel) tienen sus defensas (secreciones y otros mecanismos). No es así en el caso de heridas o punciones en la piel, por donde pueden entrar todo tipo de infecciones o enfermedades. Por eso todo el personal que esté dentro de un quirófano debe llevar mascarilla. No para protegerse, sino para proteger a la persona que está siendo operada porque su piel está abierta, su cuerpo tiene una herida o agujero que expone su interior a todo tipo de infecciones.
SE PONEN MASCARILLA PARA PROTEGER AL PACIENTE.
Porque estas mascarillas sirven para que quien la lleva no expulse fuera ningún virus (nunca vamos a saber en qué momento estamos infectados) no para protegerse uno mismo.
LA MASCARILLA QUIRURGICA NO PROTEGE DEL VIRUS AL QUE LA LLEVA.
Para que se entienda: si dos personas se paran a hablar en la calle, uno con mascarilla y otro sin ella, y la distancia no es suficiente para evitar el contagio (y para eso influye el viento, la temperatura y otros factores) la que con más protección cuenta es la que no lleva la mascarilla porque se la está proporcionando quien si la lleva, que es la única de las dos que está evitando compartir su aliento y su saliva con ella. Si la persona que no lleva mascarilla estuviera infectada (no hace falta tener síntomas para eso) podría salpicar de micropartículas de su saliva la cara, el pelo o los ojos del que si la lleva mientras que esta no expulsa nada.
¿Por qué llevar entonces mascarilla? La respuesta está clara para quien no sea un egoísta de libro: PARA PROTEGER A LOS DEMAS
Si las personas que se encuentran en la calle llevan ambas mascarillas, TODAS ESTAN PROTEGIENDO A TODAS
Por eso, si no es en algunos casos desaconsejados, es recomendable llevar mascarilla en la calle. Nunca la protección es completa, pero SI TODOS LA LLEVAMOS TODOS ESTAREMOS PROTEGIDOS. Al menos todo lo protegido que se puede estar contra un enemigo invisible.
Si yo no la llevo y contagio a alguien que se cruza conmigo y ese alguien contagia a un familiar, una vecina o un amigo y una de esas personas muere, habrá muerto por mi irresponsabilidad. Seguramente no me entere nunca, pero sé que no quiero eso.
Llevar mascarilla no te hace más cobarde. Te hace mejor persona, más humanitaria, más sociable, más empática, más solidaria, más responsable y más comprometida.
SI SALES A LA CALLE LLEVA MASCARILLA POR FAVOR.
La mascarilla debía ser obligatoria, pero como concejal que eres¿ Porque no procuras que se reparta en buzones de la población y no en repartos populares masivos?.Por otra parte pedir al gobierno su reparto y limitar el precio de las otras mascarillas que no describes. Si tienes tiempo de escribir también de ejercer para lo que te pagan
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