LO QUE ME DICTAN MIS CANAS
Hace tiempo quemé mis vanidades,
de lo cual, aunque esté mal, presumo,
y ofertadas en ceniza y humo
dejélas sepultadas en el Hades.
Mi cerebro guarda vaguedades
de algunos dogmas que ya no asumo,
pues, aunque el Pontífice sea Sumo,
no me convencen tantas salvedades.
Y si en el juicio que espera a los impíos,
per saecula saeculorum predicado,
he de dar cuenta de mis líos,
no me arrepiento de nada de lo andado,
y aunque inconfeso, bañéme en tantos ríos
que, como del Ganges, no salí limpio mas sí purificado.
EL CONSEJERO PANCISTA
El otro día yo estaba
en la mesa de un convite
un tanto meditabundo
y otro tanto sorprendido
tratando de averiguar,
no sin gran desconcierto,
el uso que yo debía
hacer de tanto cubierto
a la vez que me fijaba
en una hermosa vajilla
que bien pintada lucía
y a mí que soy mal pintor
admirado me tenía,
cuando un “sabio” pancista
de los que en el poder abundan,
sin que yo le preguntara,
vino a ofrecerme consejo,
con voz grave y desgarbada
me dijo sin mucho tiento:
“creo que debes saber
que en esto del buen comer
si tú quieres disfrutar
tienes que saber pinchar
además de saber cortar,
y si te pones las botas,
sin pensar en los demás,
descalzo nunca andarás”.
Ante tal atrevimiento,
iracundo y cabreado,
cogí un palo llamativo
que desechado por gordo
alguien había abandonado
en un rincón de la estancia
donde fuimos convocados
y entrándoseme por la vista
se me vino hasta la mano
y corrimos y corrimos
los dos para el mismo lado,
él delante y yo detrás…
(que cada cual imagine
el posible resultado).
Estoy harto de consejos
de pancistas y pendejos
que quieren que yo me trague
esta cruda realidad
deprisa y sin masticar.
EL EFECTO HUMANO.
Y la Tierra tiembla,
y la Tierra llora,
y vomita fuego,
porque el ser humano
en la Vida es Juego
se portó fatal…
y es que en esta partida,
que es la vida,
vulneró sus reglas,
y como un mal tahúr
se vendió al azar…
él quiso ganar
yendo de farol,
se apostó el futuro
y le salió muy mal,
todos a perder
lo que él perdió…
y mientras jugaba
escupió en el suelo,
y escupió en el mar,
y prendió la mecha
que encendió la ira
y estalló un volcán…
todos a correr,
todos a llorar,
y el que menos corra
se queda para atrás,
porque nadie le espera,
ni le va a buscar,
aquí solo se salva
el que corra más…
El Gallo del Alba.
Un Lujo para este Ateneo
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