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Autor del artículo: Andrés Hombría
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Parte 2) ¿Eres islamófobo o multicultural?
Pues la verdad es que un poco de ambas cosas. Por empezar por lo segundo, soy algo multicultural porque me gustaría que en el mundo hubiera más de una lengua de comunicación global, escucho con mayor frecuencia ragas indios que rock y cuando estuve en el pabellón de Paraguay de la Expo intenté comprar algún libro de enseñanza del guaraní y les hice constar mi desagrado cuando me dijeron que no tenían nada en guaraní. Es decir: soy multicultural en la acepción de lo cultural más próxima a lo estético. En lo que se refiere a lo que un antropólogo entendería como “cultural”, soy absolutamente eurocéntrico: creo en las sociedades laicas, en que ciudadanos y ciudadanas tengan los mismos derechos y en que la sexualidad de cada uno no tenga más límites que los derechos de los demás.
Por todo ello soy moderadamente islamófobo, cristianófobo y judeófobo, porque las religiones monoteístas han sido bastante poco partidarias de los principios que yo defiendo. Las clases dominantes han solido emplear los sentimientos religiosos contra los movimientos progresistas, aprovechando el que éstos han unido siempre a la lucha por la igualdad y la justicia, la defensa de los derechos de la mujer y el laicismo. Cristianos y protestantes impulsaron en la Europa del siglo XIX las asociaciones obreras cristianas (denominadas “amarillas” por ser éste el color vaticano) para alejar a los trabajadores de la influencia del socialismo y del anarquismo. Igualmente el clero musulmán potenció un islamismo político enfrentado a los nacionalismos laicos progresistas del mundo árabe (nasserismo, baasismo, FDLP palestino, Mossadeq en Irán, los gobiernos progresistas de los años setenta en Afganistán…). Como reconocen los sucesivos documentos del Departamento de Estado yanqui que se han ido desclasificando, todas estas acciones fueron patrocinadas por “Occidente”(curioso eufemismo geográfico para referirse a EEUU y sus adláteres) y financiadas por el feudal régimen saudita. El éxito de dicha ofensiva reaccionaria hizo retroceder más de un siglo política, social y culturalmente a muchos de los países de población mayoría religiosa musulmana: en los derechos y libertades de sus pueblos y en su independencia respecto a “Occidente”.
La derrota del nacionalismo árabe se complica además con el devenir del conflicto israelo-palestino. La postura descaradamente favorable al proyecto sionista de “Occidente” es vivida por el conjunto de la población del mundo árabe como un agravio colectivo permanente. Dicho sentimiento es de hecho compartido en la mayoría de los antiguos países colonizados, como lo fue la complicidad de EEUU y sus aliados con el régimen del apartheid en Suráfrica. Pero en el caso palestino, por razones obvias, el mundo islámico en general y el árabe en particular es particularmente intenso el rechazo. La conjunción de ambos factores, fracaso del modelo laico y sensación de ser ninguneados, dará esa extraña mezcla de integrismo religioso y odio “antioccidental” que representan los Hermanos Musulmanes, el FIS argelino, Hamas, los Guardianes de la Revolución en Irán…”Occidente” ha fracasado en sustituir a los dirigentes nacionalistas por prooccidentales laicos del tipo del Sha o de Suharto, y ha seguido obsesionado con acabar con los restos del nasserismo (Libia, Siria), convirtiendo la región en un caos sangriento que ha acabado por salpicarnos.
Los dos grandes aliados de EEUU en la zona son Arabia Saudita e Israel. El primero es el gran patrocinador de las formas más retrógradas del islamismo y la gran instigadora del conflicto suní-chiita. El segundo, el gran interesado en la prolongación del clima de guerra fría en la zona, que debilita a sus vecinos y aleja del primer plano internacional su ocupación militar de Cisjordania.
En fin, por no alargarme (aún) más, diré por qué no me declaro islamófobo. No es porque no esté en contra de muchas de la propuestas del islam político, que lo estoy. Distingo sin embargo el islamismo de la práctica religiosa privada de la fe musulmana, tan respetable como la de cualquier otra creencia. Pero sobre todo nunca me declararía islamófobo porque quienes públicamente asumen dicha etiqueta pertenecen a dos categorías no excluyentes: la de quienes se otorgan el papel civilizador contra el fanatismo de las poblaciones musulmanas a cambio de adecuadas concesiones a “nuestras” compañías energéticas…y la de los ignorantes de la historia reciente, cuyas creencias y reacciones han sido moldeadas por el relato que de los conflictos del mundo árabe nos hacen los medios “occidentales”.
Apostilla
En estos días ha sido actualidad el conflicto entre Arabia Saudita y sus aliados contra el sultanato de Qatar. Entre las exigencias que los saudíes hacen al gobierno catarí está el cierre de la emisora de televisión Al Yazira. Es éste uno de los pocos medios que dan una información esclarecedora sobre los conflictos en Asia y en el mundo árabe. En YouTube se pueden encontrar muchos de los debates de uno de sus programas estrellas “Head to Head”, realizado en Gran Bretaña en colaboración con el club de debates de la Universidad de Oxford. Invito a quienes quieran ejercitar su comprensión oral del inglés y de paso su comprensión del conflicto palestino, del afgano o del indo-paquistaní a ver los programas que “Face to Face” dedicó a dichos temas. Me sorprende además, que una petición tan aberrante por parte de la monarquía saudita no haya despertado una ola de indignación en todas las organizaciones de defensa de la libertad de información.
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