
Otros libros comentados:
· La señora Potter no es exactamente Santa Claus, de Laura Fernandez
· Lecturas de Arsuaga Millas y de Camus
· Nada, de Carmen Laforet
· El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde
· El velo pintado, de W. Somerset Maugham
· Quince días de agosto, de Iria Serrano Medinae
· Carmilla, de Sheridan le Fanu
· Mal de piedras, de Milena Agus
· La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe
· Tus pasos en la escalera, de A. Muñoz Molina
· Carta de una desconocida de S. Zweig, y El honor perdido de Katharina Blum de H. Böll
· La dependienta, de Sayaka Murata
· El silbido del arquero, de Irene Vallejo
· Tres días y una vida, de Pierre Lemaitre
· Sinuhe el Egipcio, de Mika Waltari
· Lección de anatomía, de Marta Sanz
· Pastoral americana, de Philip Roth
· El orden del día, de Eric Vuillard
· Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngnozi Adichie
· El Jarama, de Rafael Sanchez Ferlosio
· El gigante enterrado, de Kazuo Ishiguro
· Todo cuanto ame, de Siri Hustvedt
· Canada de Richard Ford y Libertad de Jonathan Franzen
· Memorial del convento de Jose Saramago
· Intemperie de Jesús Carrasco
· En la orilla de Rafael Chirbes
· Suite Francesa de Irene Nemirovsky
· ¿Por qué fracasan los países? de Daron Acemoglu
A continuación publicamos una reseña del último libro leído en el taller de lectura del Ateneo Socio Cultural de Laguna de Duero. Desde esta página animamos a todas aquellas personas interesadas en compartir sus experiencias con la lectura a participar en el taller. Quien desee más información puede solicitarla en la siguiente dirección de correo electrónico: ateneosclaguna@gmail.com
Próximas lecturas:
- VIAN, Boris: Escupiré sobre vuestras tumbas
- ERNAUX, Annie: La mujer helada
Próxima reunión de puesta en común de las lecturas: 10 de noviembre, 19:30h Aula 1.1. del Centro “El Cascajo”. Estáis invitados.
Autor del artículo: Javier Noriega Molinos
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Descubierto por casualidad por uno de los miembros del Grupo de Lectura del Ateneo, este nuevo libro de Pierre Lemaître (publicado en Francia en 2021 y en España este mismo año 2022) no es precisamente nuevo. Escrito en 1985 –según relata el novelista en el prólogo- y dejado en un cajón sin enviar a editorial alguna, quizá sea uno de los más antiguos de este autor del que ya leímos y comentamos en este mismo espacio Tres días, una vida. Es un gran descubrimiento, una novela policiaca-negra (un “polar” para abreviar, que le dicen los franceses) de una intensidad, de un ingenio, un sentido del humor y una crueldad que no cae en el sadismo, salvo en una ocasión en la que brevemente y de forma lateral se regodea en la crueldad. Todo ello con una capacidad de sorprender al lector que es muy raro encontrar en autores de novela negra. Porque es imprevisible.
La novela no engaña. Comienza “in media res”, que decían los romanos: de golpe y porrazo, sin presentación alguna, sin paños calientes ni preparación. Vamos, sin anestesia. El asesinato mediante tres disparos de un señor y de su perro que pasean tranquilamente por la acera realizados por una venerable sesentona entrada en carnes que ni por su edad ni por su físico puede corresponder con una protagonista. Y no sabremos el porqué. Y esta mujer, Mathilde sorprenderá una y otra vez al lector.
Nada más lejos del cliché del asesino clásico esta sesentona burguesa y regordeta que se mueve con alguna dificultad, viuda de un médico, habitante de una de esas típicas casas (“maison”) con jardín y grandes setos de los extrarradios franceses –Melun, concretamente), con vecino jubilado, preocupado casi exclusivamente de sus peras y sus berenjenas cultivadas con esmero en su huerto y ofrecidas gentilmente una y otra vez a su vecina. Y ella, con esa doble vida de la que se nos van dando pistas poco a poco. Una vida que parece inverosímil y que el lector acaba por creer gracias a una sólida narración en la que se conjugan pasado (poco, lo justo) y presente. No hay sorpresas a pesar de que desconozcamos (LemaÎtre se cuida bien de no desvelarlo explícitamente, de dejar en gris) gran parte de las circunstancias y de las motivaciones de los crímenes. Y eso lo hace creíble. ¿Quién es el misterioso “comandante Henri”? ¿Por qué guarda ella todas las armas que debía haber devuelto o destruido? ¿Son atribuibles los crímenes a una incipiente demencia senil? Y esas impagables dos últimas páginas que cierran el libro –aunque no la historia- de una manera tan brillante que dejan a la imaginación del lector la resolución. El autor se ausenta dando muestras de una gran inteligencia y respeto por el lector, pues sabe que el escritor de novela negra es un tramposo porque conoce el final de la historia y la desarrolla a su antojo. Y aquí nos la deja a cada uno.
La novela alterna el monólogo interior con los diálogos entre los diferentes personajes, así como la imprescindible narración. Dado que el texto deja más incógnitas que certidumbres, los pasajes de suspense, concretamente la descripción de los diferentes crímenes, dejan sin aliento y en más de una ocasión, a este comentarista, le ha resultado difícil dejar de leer. Otro descubrimiento de este autor que, por lo leído, no defrauda.