Autor del artículo: Andrés Hombría

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“El aire debía soplar con mucha violencia, a juzgar por lo inclinados que estaban algunos pinos situados junto a la casa, y algunos arbustos, cuyas hojas, como si implorasen al sol, se dirigían todas en un mismo sentido”
(Descripción del entorno de la mansión llamada “Cumbres borrascosas “casi al inicio de la novela homónima de Emily Brontë)…
LA CUMBRE EN SI
…Bueno, supongo que nada más leer el título de esta nota ustedes se habrán imaginado a qué cumbre se va referir y habrán deducido cuál es el poderoso viento que hace a todos los arboles del paraje inclinarse en la misma dirección; y se preguntarán ¿Qué hay de nuevo en ello? ¿Convendría a la reunión anual de una organización militar un adjetivo que sugiriera un apacible lirismo? Por otro lado, ¿No es la OTAN desde sus orígenes un apéndice de la estructura militar de EEUU? Intentaré, pues, no insistir en obviedades y referirme a lo que, en mi opinión, hay de diferente en la última cumbre celebrada en Madrid…además de el haberle proporcionado a Pedro Sánchez ese cuarto de hora de fama mundial al que, según Andy Warhol, toda persona tendría que tener derecho.
El primer elemento nuevo es que en el documento llamado “Nuevo Concepto Estratégico”, que sustituye al aprobado en la cumbre de Lisboa de 2010. En él Rusia pasa de ser “un socio estratégico” a convertirse en “amenaza directa”, lo que dados los acontecimientos de los últimos meses era previsible, y China la acompaña en el mismo párrafo porque “sus declaradas ambiciones y políticas coercitivas desafían nuestros intereses, seguridad y valores”.
No es ningún misterio que EEUU ve a la R.P.China como la mayor amenaza a su hegemonía en el mundo: cuadruplica su población, ha superado hace casi ya una década su PIB en términos reales (es decir, a precios iguales) y su desarrollo científico y tecnológico hubiera resultado impensable hace dos décadas. De hecho, la política de acoso a la empresa de telecomunicaciones Huawei, la cobertura de las protestas en Hong Kong o el insospechado interés que los medios de prensa occidentales muestran por los uigures no viene de anteayer. ¿Qué ha cambiado entonces para que una alianza militar que se identifica como del Atlántico Norte haya decidido empezar a ocuparse del Mar de China Meridional?
La única explicación que a uno se le ocurre es que en EEUU el presidente ya no es un republicano, un republicano además atípico, Trump, sino Biden, un demócrata (es decir, un miembro del así llamado Partido Demócrata), que no dice barbaridades en público, como su antecesor. Pero probablemente esa es la única diferencia. A propósito de ello me viene a la memoria el conflicto por la cancelación de la venta de submarinos franceses a Australia.
En 2016 la empresa pública francesa Naval Group había conseguido un contrato para la construcción de doce submarinos diésel-eléctricos destinados a renovar la flota de guerra australiana por valor de algo más de 55000 millones de euros. En septiembre del año pasado, coincidiendo con la firma del acuerdo militar AUKUS (acrónimo de Australia, United Kingdom, United States), el gobierno australiano anunció la cancelación de dicho contrato considerando que para sus necesidades defensivas precisaba de submarinos de propulsión nuclear que adquirirá de EEUU. La noticia fue tan sorprendente que Francia retiró temporalmente sus embajadores en Washington y Canberra y el entonces Ministro de Exteriores francés declaró “Joe Biden se ha comportado como Donald Trump pero sin los tuits”. Por su parte el portavoz de Exteriores chino declaró que esa medida “socava la estabilidad y la paz regional” y la calificó como “altamente irresponsable”. A finales de junio de este año, es decir, días antes de la cumbre de Madrid, se anunció que Australia había acordado con Naval Group una indemnización de 550 millones de euros (es decir, un 1% del monto del contrato). Eso se llama “ser de buen conformar”.
Me referiré ahora a otro conflicto que nos toca mucho más de cerca. Recordarán ustedes que una de las últimas decisiones en política exterior de la administración Trump fue reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental a cambio de que el reino de Marruecos reconociera al estado de Israel. Uno puede poner todo tipo de objeciones a dicha decisión desde el punto de vista del Derecho Internacional, pero no deja de entender su coherencia con los intereses estratégicos yanquis: acercar a dos de sus aliados fundmentales sin pagar nada por ello. Lo que parece menos explicable es que el presidente del gobierno español hiciera lo mismo en marzo del año pasado, cuando Trump ya no era presidente, cuando ello era inaceptable para la mayoría de las fuerzas políticas españolas que le sostienen y para la mayoría de nuestra opinión pública y cuando eso iba previsiblemente a irritar a Argelia, nuestro principal proveedor de gas, cuyo precio estaba (y está) además en plena escalada por las sanciones a Rusia por la guerra de Ucrania ¿Se puede entender un cambio de postura tan súbito sin pensar que “un viento de mucha violencia” ha hecho inclinar el juego de equilibrios de nuestra política exterior?
Bueno, en realidad Argelia era el principal suministrador de gas a España; ahora el primer lugar lo ocupa EEUU. Se trata de un gas más caro, porque es más caro el proceso extractivo al ser gas de esquisto, porque hay que licuarlo en origen, hacerlo atravesar el atlántico en barco y regasificarlo aquí. Tiene la ventaja, eso sí, que una parte de ello puede ser vendido a Marruecos, dado que Argelia ya no bombea a través del gasoducto que partiendo de aquel país y pasando por Marruecos, suministraba al reino alauita y a la península. Como aquel país carece de instalaciones adecuadas, el gas licuado transatlántico después de ser regasificado en España es bombeado a nuestro vecino del sur por el tramo del gasoducto aún activo (contentas deben de estar las autoridades argelinas). A las consecuencias ecológicas de tal cambio de proveedor principal nos referiremos luego. Las económicas son evidentes, aquí y en toda Europa: el GNL estadounidense era, ya en enero, es decir, antes del comienzo de la guerra el más caro de todos (un 40% más caro que el ruso, que representaba antes de la guerra en Ucrania un 10% de nuestras compras). La diferencia es tan grande que muchos países europeos están comprando a China gas ruso o a la India derivados petrolíferos que produce comprando petróleo ruso “con descuento”, porque, aún con el margen de intermediación, les sale más barato.
Un segundo punto que parece destacado de esta cumbre es el ingreso de Suecia y Finlandia en la organización. En este momento, de los grandes países europeos solo Austria y Suiza parecen al margen de la política de bloques. Ambos casos son notables. En el caso de Finlandia su neutralidad a lo largo de todo el periodo de la “Guerra Fría” parecía la contrapartida a su colaboración con la Alemania nazi en la agresión a la URSS. El caso de Suecia es aún más llamativo: había permanecido neutral en ambas guerras mundiales a pesar de que en ellas el Báltico había sido un importante teatro de operaciones. Supongo que el apoyo de la socialdemocracia sueca al nuevo alineamiento militar de su país habrá hecho removerse en su tumba a Olof Palme*, como probablemente lo hizo su apoyo a la intervención en 2011de la OTAN en Libia. Ninguno de los dos países tienen contenciosos territoriales con la Federación Rusa, ni han formado nunca parte de la URSS**, ni tienen minorías rusófonas cuya defensa Rusia puede aducir para una hipotética agresión. Por el momento el único peaje que ambos países han tenido que pagar es dejar de acoger refugiados kurdos: Erdogan empieza a enseñarles que la “realpolitik” y los grandes principios no siempre van de la mano.
LA ORGANIZACIÓN Y LA UNIÓN
El tercer y último punto que me gustaría destacar es como esta cumbre consagra el naufragio de lo que se llamó el proyecto europeo. En realidad nunca estuvo muy claro qué significaba eso pero siempre hubo algún tipo de leitmotiv unificador. Tradicionalmente uno de ellos fue la búsqueda de una voz propia “europea” (entiéndase, de los países de Europa occidental) en el concierto internacional, la creación de un espacio económico tendente a la atenuación de las desigualdades extremas y en que los derechos humanos, tanto en lo político como en lo socioeconómico se vieran tutelados. En los últimos años a dicha agenda se incorporó la preocupación por el medio ambiente, en particular la lucha contra el cambio climático. El final del bloque soviético y el triunfo del modelo económico neoliberal arramblaron con una parte de dichos propósitos y las sucesivas intervenciones de la OTAN, primero en el conflicto de Kosovo, luego en la invasión de Afganistán y por fin en Libia pusieron al descubierto la desnudez geopolítica europea. Hagamos un poco de historia. Cuando por primera vez se plantea el ingreso de GB en la entonces CEE, de Gaulle se opuso, aduciendo que los británicos eran un caballo de Troya que darían a los EEUU derecho de veto en Europa. No es hasta 1973, con de Gaulle ya fallecido, cuando el ingreso se produce. En principio su situación parece relativamente aislada en el concierto europeo, pero el hundimiento del bloque soviético cambia radicalmente la situación. La llamada “ampliación hacia el este” responde a los intereses de EEUU, que sabe que la mayoría de dichos países, por rechazo al dominio soviético apoyarán incondicionalmente sus políticas, y también los de la Alemania unificada que ve en ellos un terreno ideal para su expansión industrial al estar sus poblaciones altamente cualificadas pero ser sus niveles salariales bajos. Al tiempo esa gran disparidad de niveles de desarrollo harán inviable el establecimiento de derechos sociales armonizados.
De hecho, la última vez que se produce una cierta “rebelión europea” respecto a los designios de Washington es con ocasión de la invasión de Iraq en 2003, que cuenta con la oposición de los gobiernos francés y alemán, supuestamente los dos pesos pesados de la UE. Dicha oposición responde en mayor medida a la justificada sensación de que la política exterior yanqui pretendía ningunear a la UE***, que a la preocupación por el futuro del pueblo iraquí. Probablemente, es por ese mismo motivo por el que el PSOE apoya las protestas contra la guerra en nuestro país y el respaldo a ella respaldo por parte de Aznar es tan impopular incluso en su propio partido****. Todo ello es anterior a la gran ampliación hacia el este, que se produce en 2004. Tras ella, el número de miembros de la UE que apoyaron aquella nefasta operación es ya mayor que el de aquellos que se opusieron a ella…incluso después del “Brexit”. Éste, por cierto, parece querer dar la razón a título póstumo al general de Gaulle: GB no ha sido en la UE más que un caballo de Troya de EEUU.
Por referirnos por fin al último de los grandes proyectos europeos, la lucha contra el cambio climático, tampoco las perspectivas son mucho mejores. Los periódicos destacaban hace unos días el que el Parlamento Europeo, entre las protestas de las organizaciones ecologistas, había decidido otorgar el “sello verde” a las inversiones energéticas nucleares y gasísticas. No me referiré tanto a las primeras, en parte porque su utilidad y riesgo en la transición a las energías limpias me parece polémica y no tengo una opinión clara al respecto, pero sobre todo porque su periodo de implementación es del orden de 20 años y para entonces el mundo puede haber dado muchas vueltas. Si entraré más en las segundas, que son de efectos casi inmediatos. Es cierto que el gas natural produce la mitad de CO2 por unidad de energía producida que el carbón y entre un tercio y un cuarto menos que los combustibles derivados del petróleo (según el derivado al que nos refiramos). El problema es que el gas natural es fundamentalmente metano, y el metano es un gas de efecto invernadero menos duradero pero mucho más poderoso que el dióxido de carbono. Si promediamos a lo largo de 20 años, cada gramo de metano tiene el mismo efecto que 85 gramos de CO2. El carácter pues de “mal menor” del gas natural depende pues crucialmente de qué parte del gas extraído escape a la atmósfera antes de ser quemado. Y, claro está, la mayor parte de los escapes se producen en el proceso de extracción…sobre todo si se trata de gas obtenido mediante fractura hidráulica (el famoso “gas de esquisto”), como es la mayoría del producido en EEUU, porque inevitablemente una parte del metano se disuelve en el agua de fracturación. Un estudio de la Cornell University estimaba el gas desprendido entre el 3,5% y el 8% según los yacimientos. A poco que ustedes hagan cuentas se darán cuenta de que el impacto climático es bastante mayor que el del uso de carbón (aunque la extracción de este también desprende metano a la atmósfera). En cualquier caso, basar la transición ecológica en gas natural de esquisto, producido en EEUU, que hay que licuar a -169ºC y luego transportar a esa temperatura desde el otro lado del Atlántico es sencillamente un despropósito. No es que el gas convencional transportado por gasoducto fuera una solución ideal, pero podía ser un apaño en espera de mejores soluciones. La elegida, la que generosamente nos ha brindado Mr.Biden es la más cara y la más adecuada para acelerar el calentamiento global.
Quisiera acabar con una anécdota personal. Cuando Trump ganó las elecciones frente a Hillary Clinton y casi todo el mundo a mi alrededor creía estar en vísperas del Apocalipsis, comenté, por supuesto en la más estricta intimidad, que para los propios estadounidenses pobres sería peor, pero que quizá para el resto del mundo era un relativo alivio. De igual forma, cuando Biden ganó las elecciones de 2020, mi primer pensamiento fue “guárdame Señor de las aguas mansas que de las bravas ya me guardo yo”. Hace pocos días, comentando la actualidad con un amigo me recordó mi observación de hace seis años. Creo que atiné bastante, pero les aseguro que no me hace ninguna ilusión. El nombramiento de Victoria Nuland como vicesecretaria de Estado era ya un indicio de lo que se avecinaba. En 2014, cuando el golpe de estado contra Yanukovich en Ucrania era la responsable de política exterior para asuntos europeos y asiáticos de la administración Obama y la autora del famoso “Fuck the EU!” en conversación con el embajador de EEUU en Kiev. Está casada con Robert Kagan, uno de los fundadores del PNAC (Project for the New American Century), un “think tank”***** que se distinguió tanto en su impulso a la invasión de Iraq en 2003, que acabó disolviéndose en 2006 ante el desastre que la operación acabó siendo, incluso para los propios intereses imperiales. De hecho Kagan fue miembro del Partido Republicano hasta 2016 en que, por rechazo a Trump, apoyó a Hillary Clinton. Su padre, Donald Kagan, nació en Lituania y es también uno de los fundadores del PNAC. De hecho hay quien habla de un “lobby polaco-lituano” (de segunda generación) en la política exterior yanqui (Brzezinsky, Kagan, Feith, Wolfowitz), que se distingue por su defensa cerrada de Israel y por su búsqueda constante del enfrentamiento con Rusia.
En fin, el tema de los grupos de poder arraigados en las administraciones, los “estados profundos” nos llevarían muy lejos y me temo que ya he abusado demasiado de su paciencia lectora. La (magnífica) novela a la que alude el título concluye frente a las tumbas de Heathcliff y Catherine Linton, que con orígenes casi antagónicos desarrollarán un vínculo inquebrantable que va a ser el eje del relato. En nuestro caso, el relato debería concluir frente a las tumbas de Charles de Gaulle y Konrad Adenauer.
*) Que se suele atribuir a los servicios secretos de la Suráfrica del apartheid, que a su vez eran uña y carne de la CIA
**) Finlandia nunca formó parte del imperio ruso, pero desde Alejandro I, todos los emperadores rusos gobernaban también Finlandia. Eran “Emperador de todas las Rusias, Rey de Polonia y Gran Duque de Finlandia.
***) El secretario de Defensa entonces, Rumsfeld, se refirió a Alemania y Francia como “la Europa vieja” frente a la nueva que eran los países de Europa Oriental
****) En aquel momento el europeísmo cotizaba aún al alza en nuestro país.
*****) ¡Échense a temblar cuando se encuentren con esa expresión! Lo de “tank” tiene mucho más peso que lo de “think”.
Excelente artículo. Felicitaciones a Andrés Hombria
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Nota del autor
He visto que de nuevo hay algún error de redacción, por los que me disculpo. Solo hay uno que cambia el sentido de la frase. Donde dice «Cuando Trump ganó las elecciones frente a Hillary Clinton y todo el mundo a SU alrededor creía estar en vísperas del Apocalipsis» debería poner «Cuando Trump ganó las elecciones frente a Hillary Clinton y todo el mundo a MI alrededor creía estar en vísperas del Apocalipsis». En próximas entradas prometo repasar mejor la redacción.
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Una visión global que hace encajar perfectamente las distintas piezas de un puzzler de los acontecimientos históricos del último siglo, que van sucediendo poco a poco, y que en inicialmente no se entiende la causa ni el efecto futuro.
Gracias Andrés por tu clarificador artículo.
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