Autor del artículo: Andrés Hombría

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Una de las (malas) noticias que nos ha dejado este confinamiento ha sido la de la muerte de Julio Anguita. Como era de prever, todo el mundo político y mediático se ha deshecho en elogios al fallecido. Incluido, naturalmente, quienes más se esforzaron en hacer el vacío político a su alrededor presentándolo como un visionario fanático (el grupo PRISA p.e.).
Todos dicen que era una persona íntegra, algo evidente por otro lado, pero no reconocen que, además, la mayoría de sus opiniones se han revelado acertadas. Cuando el Sr. Solchaga decía que la mejor política industrial es la que no existe, el Sr. Anguita era el único dirigente de una fuerza política relevante que repetía que eso nos conduciría a la dependencia y a la fragilidad económica. Y lo mismo cuando “privatizar” era un verbo prestigioso. Cuando todo lo que venía de Europa llegaba en olor de santidad, fue el único en decir que Maastricht significaba entregar la soberanía popular al Banco Central Europeo. Parece innecesario recordar que sus críticas al euro resultaron ampliamente confirmadas cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 dejó un país endeudado hasta las cejas y que, sin divisa que devaluar ni banco emisor para cubrir el déficit público, se ve obligado a recurrir a la “devaluación interna” (es decir, recortes salariales y sociales) para (medio) sanear sus cuentas exteriores y contener el crecimiento de su deuda.
Cuando se vota en el Congreso el apoyo español a la “Tormenta del desierto”, sólo IU y los dos diputados de EA lo hicieron en contra. Nadie pareció sorprenderse de que una intervención militar rechazada por la mitad del país, sólo lo fuera por el 6% de sus representantes. Los años acabaron probando que, como predijo Sadam Hussein, aunque en un sentido distinto al que él pensaba, aquella iba a ser “la madre de todas las batallas”. Es cierto que dicho apoyo respondía al interés del país. En concreto, los últimos 60.000m. de pesetas* transferidos por KIO, cuando Kuwait ya estaba ocupado** por las tropas iraquíes se “desvanecieron” aquí. Según Javier de la Rosa, se emplearon en “facilitar el apoyo de las fuerzas políticas españolas a la liberación de Kuwait”. Efectivamente una parte de ese dinero sirvió a tal propósito, pero, haciendo cuentas sobre las cantidades que ha dejado caer el propio Sr. de la Rosa, no llegó ni con mucho al 10%***. El resto se lo repartieron entre el Sr. Prado Colón de Carvajal (el gestor del patrimonio privado del monarca emérito…) y el propio Sr. de la Rosa. El apoyo de nuestro gobierno a la Guerra del Golfo trajo en efecto riqueza a España, sólo que (como casi siempre) mal repartida.
No pretendo hacer la hagiografía de Julio Anguita… En su momento estuve en desacuerdo**** con algunas de sus posiciones y su muerte no ha hecho cambiar mi opinión sobre ellas. Intentaré explicar mis razones. Tuve siempre la sensación de que en su discurso subyacía la hipótesis de que “puesto que lo que defendemos es justo y lo que decimos es cierto, acabará siendo asumido por la mayoría”. La teoría de las dos orillas que él formulara, me parece un ejemplo excelente.
Por una parte, me parece claro que las políticas económicas de los partidos autodenominados socialdemócratas y las de los denominados centristas (es decir, confesadamente conservadores) eran (y son) con frecuencia indistinguibles, y que otro tanto sucede con sus políticas exteriores. Pero tanto sus militancias como sus bases electorales son muy distintas. Sólo la “gente guapa “del PSOE celebró la victoria del “sí” en el referendo sobre la permanencia en la OTAN. Dudo que entre su afiliación, personajes como Boyer, Solchaga, los Solana o Solbes sean inmensamente populares. Por ello, empeñarse en enumerar todas las veces que los gobiernos del PSOE han servido a los dogmas neoliberales o seguido la política marcada por la Casa Blanca, me parece una tarea tan inagotable como estéril.
Formular esta crítica con claridad me ha resultado difícil. Me ha ayudado mucho la lectura del libro de Ignacio Sánchez-Cuenca”La superioridad moral de la izquierda” (que recomiendo vivamente). Aclaro que dicha obra no se refiere en particular al Sr. Anguita, sino más bien a esa actitud, casi siempre no explícita, de buena parte de la izquierda que consiste en dar por hecho que la verdad y la justicia triunfan necesariamente y por ello basta con perseverar en ellas. Volviendo al ejemplo anterior, creo que teoría de las dos orillas contribuyó mucho más a consolidar la cúspide conservadora del PSOE que a potenciar las corrientes críticas en su seno. Tuvo además una consecuencia aún más indeseable: alejar de IU a sectores importantes de la clase obrera de este país que se sentían (y se sienten) representados en él y que percibieron esa formulación como una especie de insulto hacia sus simpatías y sus comportamiento electoral. Era posible poner al descubierto las vergüenzas políticas de Maastricht sin añadir ninguna coletilla que sonara a “y a Vd. le han vuelto a vender el caramelito envenenado europeo”. Recordando la (interesada y torticera) imagen de Quijote que los Guiñoles (de PRISA) asociaron con Julio Anguita, efectivamente eran gigantes y no molinos…y por ello había que combatirlos con mucha astucia.
*) 360m. de euros, que, considerando la inflación desde entonces equivalen a unos 750m.
**) Pongo el término “ocupado” para ahorrarme explicaciones en el texto. La realidad es que Iraq jamás reconoció la independencia de Kuwait, al que consideraba (con razón) un estado títere creado por el imperialismo británico. Incluso en los tiempos del prooccidental rey Faysal II, los mapas de Iraq incluían el territorio de Kuwait.
***) Con la cantidad señalada en la nota *) era posible comprar a toda la clase política en venta del país como mínimo 15 veces.
****) Dentro de mi irrelevancia. Ni en el PCE y el PSUC en su momento, ni en IU después he ocupado puestos directivos ni tenido peso político alguno.
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